Mia Farrow, una de las actrices más icónicas de Hollywood, ha permanecido en el centro de atención durante décadas debido a su carrera brillante y su vida personal tumultuosa. Sin embargo, lo que muchos desconocían era el verdadero peso de los secretos que llevaba consigo. A los 79 años, Farrow finalmente ha decidido romper el silencio y contar la devastadora historia que cambió su vida para siempre.
A lo largo de su vida, Mia Farrow ha sido testigo de pérdidas dolorosas, traiciones desgarradoras, y una serie de eventos que han marcado su alma. Sin embargo, fue el descubrimiento de unas fotografías en el apartamento de Woody Allen, en enero de 1992, lo que detonó una serie de sucesos que alterarían su existencia para siempre.
Infancia en Hollywood y los Primeros Desafíos
Mia Farrow nació el 9 de febrero de 1945 en Los Ángeles, California, en una familia vinculada al mundo del espectáculo. Su padre, John Farrow, era un reconocido director y guionista australiano, y su madre, Maureen O’Sullivan, fue una famosa actriz conocida por interpretar a Jane en las películas de Tarzán en las décadas de 1930 y 1940. Mia era la tercera de siete hermanos y creció rodeada de lujo en una gran casa en Beverly Hills. En su hogar, el mundo del cine se mezclaba con la vida cotidiana. Las visitas de estrellas de Hollywood eran comunes, y figuras como el director George Cukor y la columnista de chismes Louella Parsons eran parte de su círculo cercano.
Desde pequeña, Mia mostró un carácter juguetón y creativo. Solía montar representaciones dramáticas con sangre falsa y dagas de juguete para los turistas que pasaban cerca de su casa. A los 2 años, participó en un cortometraje titulado Film Holiday, lo que fue un primer indicio de la carrera que eventualmente desarrollaría. Sin embargo, la infancia de Mia no fue tan idílica como parecía desde fuera. Su padre tenía problemas con el alcohol, lo que originó muchas peleas con su madre, creando un ambiente tenso y angustiante en el hogar.
En medio de esta tormentosa atmósfera familiar, Mia vivió también una experiencia traumática que marcaría su vida para siempre. En 1954, a los 9 años, contrajo polio durante un brote en Los Ángeles. Fue hospitalizada y pasó tres semanas en aislamiento, un tiempo que vivió con dolor y miedo. La experiencia la dejó con la sensación de que su infancia había llegado a su fin. La polio la dejó física y emocionalmente afectada, y la separación de sus padres, sumada a la falta de apoyo emocional de los médicos, fue un golpe difícil de superar.
La Tragedia Familiar y la Carrera en Ascenso
La tragedia golpeó nuevamente a la familia Farrow en 1958, cuando su hermano mayor Michael murió en un accidente aéreo. Michael tenía solo 19 años y su muerte sumió a la familia en una profunda tristeza. Este trágico evento empeoró los problemas de alcoholismo de su padre, quien se sumió en una espiral destructiva que afectó aún más a Mia y a sus hermanos. La familia se trasladó a Londres, donde Mia continuó sus estudios en una escuela conventual. Allí recibió la noticia de la muerte de su hermano, lo que la dejó más sola que nunca.
A los 18 años, Mia se mudó a Nueva York con su madre, donde su vida dio un giro al comenzar a trabajar como modelo y actriz. En este periodo, Mia enfrentó múltiples rechazos en audiciones, pero nunca se rindió. Su perseverancia pronto dio frutos, y a finales de los años 60, su carrera comenzó a despegar. En 1965, audicionó para el papel de Maria en La novicia rebelde (The Sound of Music), aunque no consiguió el papel. Sin embargo, esa prueba de pantalla, que hoy existe como un testimonio de su talento, no detuvo su ambición. Poco después, consiguió el papel de Alison McKenzie en la exitosa serie Peyton Place (1964-1966), que la catapultó a la fama.
El Estrellato y la Colaboración con Woody Allen
En 1968, Mia Farrow alcanzó la fama mundial con su interpretación en El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby), dirigida por Roman Polanski. En este thriller psicológico, Farrow interpretó a Rosemary Woodhouse, una joven embarazada que descubre que su vida y la de su hijo están siendo amenazadas por un culto satánico. La película no solo fue un éxito de taquilla, sino que también le valió elogios críticos por la profundidad de su interpretación. La crítica destacó la manera en que Mia logró transmitir el miedo y la confusión de su personaje, convirtiéndola en una estrella consagrada del cine.
A finales de los años 70 y principios de los 80, Mia continuó su carrera con una serie de películas exitosas y aclamadas. Sin embargo, fue su colaboración con el director Woody Allen la que la definiría como actriz. Desde su primera película con él, A Midsummer Night’s Sex Comedy (1982), Mia y Allen trabajaron juntos en 13 proyectos, creando una relación profesional muy cercana y fructífera. Entre sus más destacadas colaboraciones se encuentran Broadway Danny Rose (1984), Hannah and Her Sisters (1986) y The Purple Rose of Cairo (1985). En estos filmes, Mia demostró una versatilidad impresionante, interpretando desde personajes cómicos hasta papeles dramáticos intensos.
La Traición y el Dolor
Sin embargo, en 1992, después de más de 10 años de colaboración profesional con Woody Allen, la vida personal de Mia se desplomó. Durante años, los rumores sobre la relación entre Allen y la hija adoptiva de Mia, Soon-Yi Previn, habían circulado en Hollywood, pero fue en enero de ese año cuando Mia descubrió unas fotografías en el apartamento de Allen que confirmaban sus sospechas. Esta revelación destrozó su mundo. La traición fue aún más profunda cuando, tras años de acusaciones de abuso, Mia tuvo que enfrentarse al hecho de que el hombre con quien había trabajado y compartido su vida en muchos aspectos, había cruzado límites impensables.
El Legado de Mia Farrow
A pesar de las devastadoras revelaciones sobre su relación con Allen, Mia Farrow continuó adelante. A lo largo de su vida, ha sido una defensora de los derechos humanos y ha adoptado a varios niños de diferentes orígenes. Su legado, aunque marcado por el dolor y la traición, es también uno de resiliencia y valentía. A lo largo de los años, Mia se ha mantenido como una figura respetada en el cine, a la vez que ha enfrentado los momentos más difíciles de su vida personal con una fortaleza admirable.
La decisión de Mia Farrow de finalmente hablar sobre su relación con Woody Allen y los secretos que ha mantenido durante tanto tiempo es un acto de liberación. A los 79 años, ella ha logrado encontrar su voz en medio de la oscuridad, y su historia es un recordatorio de la complejidad de las relaciones humanas, la lucha por la justicia y la capacidad de encontrar la paz después de la tormenta.